Existen motores icónicos a lo largo de la historia, motores que duran generaciones y generaciones siendo actualizados poco a poco. Por ejemplo, los míticos Rover V8 de aluminio o la extensa familia LS de General Motors, sin olvidarse de historias más humildes como los diésel de 1.9 litros de Peugeot, cuyo origen era Talbot. No obstante, si hay un motor longevo y único, es el 6.75 V8 de Bentley, originalmente lanzado como L-Series en el lejano año 1952.
Construido en aluminio, retiene aún la misma cilindrada de entonces y el mismo esquema de base, el mismo bloque. Por supuesto, muy lejos quedan los 200 CV atmosféricos que el motor entregaba hace 60 años – sí, 60 años en producción – ya que hoy en día supera los 500 CV gracias al uso de dos turbocompresores. Un detalle que caracteriza a este leviatán es su gigantesco par máximo: 1.020 Nm en el Bentley Mulsanne, buque insignia de Crewe, y único vehículo de la gama en montarlo.
Entre otras curiosidades, ¿sabéis que la línea roja del motor comienza en las 4.500 rpm y el tacómetro sólo llega a las 5.000 rpm? Por sus cifras parece un bloque diésel, pero es gasolina. Desde la alta dirección de Bentley se comenta que en cuanto el Mulsanne cumpla su ciclo de vida el motor de 6.75 será retirado. La razón es estratégica, y viene de la alta directiva del Grupo Volkswagen: Bentley se convertirá en el centro de excelencia de los motores V12.
Y por ello, que el motor estrella sea un V8 de origen 100% británico no gusta demasiado a gente como Martin Winterkorn. Es más, el propulsor será reemplazado por los 4.0 V8 TFSI de origen Audi y para aplicaciones estrella será el motor 6.3 W12 FSI la opción lógica. Bentley ya ha admitido que un V8 turbodiésel de unos 400 CV está en preparación. Es la transición de Bentley al mundo moderno y al volumen, nos guste o no, los tiempos cambian. Y mucho.
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